Al comienzo de una situación de Violencia de Género, la víctima no es consciente de la situación que está sufriendo. El agresor realiza pequeñas acciones sutiles, que son dañinas para que la víctima y, así, sea cada vez más vulnerable y pierda, progresivamente, su capacidad de autodefensa.
El agresor poco a poco va consiguiendo que la víctima pierda su autoestima y su autonomía. Por lo que, en este momento, es cuando él se siente más poderoso y comienza a tener comportamientos agresivos directos o indirectos. Comienza con aislar a la víctima de sus familiares y amigos/as, a desvalorizar a la mujer, utiliza a los hijos e hijas para tenerla atada a él, comienzan los golpes, abusos, etc.
Una vez que la víctima no puede más con la situación, intenta salir de ella pero, en este momento el agresor intenta reconciliarse con su pareja o, como se describe en el ciclo de la Violencia de Género, comienza la etapa de “luna de miel” y la víctima empieza a tener muchas dudas ya que ve un pequeño cambio en el agresor, iniciando de nuevo la relación y, con ello, el Ciclo de la Violencia de Género.
Por lo tanto, en el Ciclo de la Violencia de Género existen las siguientes fases:
1-FASE DE CALMA: En una primera fase, la situación está calmada. No se detectan desacuerdos y todo se vive de manera idílica. Pero, cuando el ciclo se ha repetido varias veces, la víctima puede empezar a tener la sensación que la calma se mantiene porque todo está correcto según el punto de vista del agresor que es, en última instancia, el motor del ciclo.
2-FASE DE ACUMULACIÓN DE TENSIÓN: Comienzan los pequeños desacuerdos, pues el agresor se siente cuestionado por su víctima de manera creciente. En esta fase, de hecho, se comienza a ejercer un maltrato psicológico basado en la idea de control y que es una señal de alarma de lo que está por venir.
La mujer intenta calmar, complacer o, al menos, no hacer aquello que le pueda molestar a la pareja, en la creencia irreal de que ella puede controlar la agresión.
Las tensiones se construyen y se manifiestan de forma específica como determinadas conductas de agresión verbal o física de carácter leve y aislado, a partir de pequeños incidentes: sutiles menosprecios, insinuaciones, ira contenida, sarcasmo, largos silencios, demandas irracionales…
Las acciones del agresor van dirigidas a un objetivo: desestabilizar a la víctima. En esta fase la víctima tiende a minimizar o negar el problema (“tenemos nuestros más y nuestros menos, como todo el mundo”), justificación de la conducta violenta del agresor (“como es muy pasional, se deja llevar por el enfado…”), y hacer alusiones a aspectos positivos de su pareja (“él es mi único apoyo en la vida”).
3-EL AGRESOR PASA A LA ACCIÓN: Se producen las agresiones físicas, psicológicas y/o sexuales más importantes.
Las consecuencias más importantes para la víctima se producen en este momento, tanto en el plano físico como en el psíquico, donde continúan instaurándose una serie de alteraciones psicológicas por la situación vivida.
En esta fase la víctima puede mantener elevadas expectativas de cambio en su pareja (“con el tiempo cambiará, hay que darle tiempo…”), y aparecen sentimientos de culpa (“me lo tengo merecido”, “la culpa es mía por haberle elegido a él”).
4-FASE DE LUNA DE MIEL: Esta fase se caracteriza por una extrema amabilidad y conductas “cariñosas” por parte del agresor (atenciones, regalos, promesas…). Suele ser frecuente tratar de hacer ver a la víctima que el agresor necesita ayuda profesional y el apoyo de ella, y que no puede abandonarlo en dicha situación; motivo por el que algunas víctimas vuelven con el agresor (en caso de que éstas hubieran cesado la convivencia con él) y/o retiran la denuncia que habían presentado anteriormente.
Al repetirse el Ciclo de la Violencia de Género las agresiones van siendo cada vez más fuertes y frecuentes, lo que disminuye los recursos psicológicos de las mujeres para salir de la espiral de la violencia.